martes, 29 de marzo de 2016

UNA VIDA ANTERIOR Y UN TRASPIÉS







A mi hijo le costó venir, sabía que era muy deseado por toda la familia. Cuando llegó, fue después de un embarazo que disfruté, un parto normal, todo sin problemas. Durante su primer año de vida todo iba bien, incluso yo diría que su desarrollo era muy bueno, gateó a los 6 meses, anduvo a los 12, dijo papá y mamá a los 7 meses recién cumplidos, pintaba usando la pinza, hacía puzzles, jugaba con su mesa de actividades, con sus abuelos al cucu - tata, aún recuerdo sus risas, su mirada pícara, le gustaba mucho el contacto fisico y la juerga, era mi bichillo, un bichillo, un dulce. 

Paseos,juegos, risas, miradas cómplices...un sueño cumplido.


Pero algo pasó después de una serie de vacunas que atacaron su maltrecho sistema inmune. Sutilmente dejó de ampliar su vocabulario, sentía mas cariño por su papá que por mi, cuando paseábamos iba inmóvil en su carricoche mirando todo, le costaba ir a dormir,  no era fiable ir con él ni siquiera de la mano por la calle, en cualquier momento podía salir corriendo sin tiempo para reaccionar. Pero a pesar de todo seguía estando "on". No hacia falta que me hablara, con su mirada yo ya sabía lo que quería y se lo daba, o él me llevaba de la mano, no nos hacia falta más.

Aún así, llegaron los dos años, y le comentamos al pediatra que nuestro hijo no hablaba, "fuimos en busca de ayuda", la respuesta fue, "ya hablará, hasta los 4 años tiene tiempo de hablar". Y así nos volvimos para casa. Siguieron pasando los meses y hacía algún amago de hablar, incluso juntaba dos palabras, con lo que eso y otros problemas externos, hicieron que dejáramos un poco de lado la preocupación. 

El maldito autismo se aprovechó y siguió avanzando silencioso, llegaron los dos años y medio y se puso muy enfermo físicamente, dejó de comer, no miraba, no respondía a su nombre, estaba en un rincón absorto con el móvil o viendo la televisión, sin importarle quién entraba o salía de casa, dejó de interesarse por el mundo. Físicamente, su color de piel era extremadamente blanca, bajó mucho de peso, el autismo estaba atacándolo por todos lados y estaba saliendo victorioso.  Recuerdo una tarde al pasar por su lado, mirarlo, observarlo, y decir, ¿qué le pasa a mi hijo? No era él.

A partir de ese momento y con el apoyo de la familia, empezamos a correr, si, correr.